El ají picante y la batalla de Tarvita

El siguiente artículo está basado en la narración de la Batalla de Tarvita, elaborada por el General Miguel Ramallo en 1912, en su libro “Batallas de la Guerra de la Independencia Altoperuana”.

Dentro de la historia universal hay muchas anécdotas sobre el uso estratégico de alimentos que cambiaron el curso de los acontecimientos, el día de hoy traemos a colación una historia sobre el uso del ají en una de las batallas de la Guerra de Independencia de Bolivia, resulta curioso observar como un elemento tan sencillo y natural ayudó a los maltrechos rebeldes patriotas a derrotar al experimentado ejército español.

Entre el 4 y 19 de Marzo de 1814 se produjo uno de los combates más curiosos de la guerra de guerrillas que mantuvieron los bolivianos contra los españoles, ya que utilizaron “armamento químico”, basado en ajíes picantes, para derrotarlos.

Durante el mes de marzo de 1814, el Comandante español don Benito López mantenía vigilancia en el pueblo de La Laguna con 50 hombres (veteranos y milicias), pronto le llegó información sobre las andanzas del famoso guerrillero don Manuel Ascencio Padilla por los alrededores de Tarvita.

El coronel Manuel Ascencio Padilla y su esposa doña Juana Azurduy de Padilla, noble pareja rebelde que luchó por la independencia del Alto Perú.

El Comandante López decidió sorprender al prestigioso insurgente, el cual fue muy audaz y se anticipó, atacándolo por sorpresa el día 4 de marzo, en las inmediaciones de Tarvita. A pesar del profesionalismo del ejército de López, bien armado y con suficientes municiones, las fuerzas de Padilla supieron imponerse sobre los realistas. El combate fue arduo y recio. Después de dos horas y media de encarnizada pelea, el jefe español se vio arrinconado por los insurgentes, fueron rodeados por los dos grupos comandados por el recio José Ignacio Zárate y doña Juana Azurduy de Padilla, esposa del líder rebelde.

Ante la situación inesperada, el Comandante López optó por retirarse de Tarvita, dejando atrás a muchos muertos y heridos en el lugar del combate. Encontró refugio en la casa del Cura, que era espaciosa y bien construida; la fortificaron con barro y adobes, formando sólidas aspilleras en las ventanas de un espacioso granero, donde esperaron la llegada de los guerrilleros, que no tardaron mucho en presentarse, para recibirlos con una lluvia de balas terrible.

Padilla cercó la casa, tratando de incendiar el granero, pero este no ardía porque los españoles habían cubierto los techos con barro y no era fácil incendiarlos a causa de que los sitiados lo impedían con sus certeros disparos. En medio de la batalla, Padilla concibió una idea audaz, decidió llevarla a cabo él mismo, y a pesar de la oposición de su esposa, pidió a sus tropas distraer la atención de los realistas mientras daba la vuelta a la casa a una esquina donde no podían verle.

Ají Escabeche, conocido también como Ají Amarillo (Capsicum pendulum), es típico de Bolivia y Perú, es posible que haya sido el usado por el coronel Padilla para presionar la rendición de las tropas de López.

Cuando los rebeldes vieron a Padilla en el punto indicado comenzaron la acción buscando distraer a los realistas, los españoles mordieron el anzuelo, entonces Padilla cogió una larga escala de madera y después de colocarla en uno de los ángulos de la pared del granero, evitando ser alcanzado por el enemigo, trepó con audacia sobre el techo con un saco, correas, una pala y su fusil, y comenzó a agujerear el techo de la parte más alta del edificio, los españoles no se habían dado cuenta del suceso.

Una vez agujereado el techo, abrió el saco que era de ajíes secos y lo sujetó con las correas de cuero mojadas al cañón de su fusil, encendió con fuego el saco y lo introdujo por el agujero practicado en el centro de la habitación, de manera que quedó pendiendo como una lámpara. El humo que producía el ají ardiendo resultó ser asfixiante y picante, los realistas no pudieron aguantar mucho tiempo: asfixiados y cegados, salieron de la casa del Cura, con la imagen de la Virgen del Carmen alzada que ponían por su intercesora, rindiéndose incondicionalmente.

El coronel Padilla actúo con misericordia con los prisioneros, perdonando la vida de todos, aunque tardaron mucho en reponerse del efecto del humo de ají suministrado en el combate.

Un epílogo triste es que el país que ayudaron a liberar terminó renombrado como Bolivia, en honor al Libertador Simón Bolívar. Rogelio Alaniz en su librio «Hombres y mujeres en tiempos de revolución: de Vértiz a Rosas» (2005), hace mención del comentario que el Libertador Simón Bolívar hizo al Mariscal Sucre, luego de visitar a doña Juana en 1825 y ver la condición miserable en que vivía: «Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre»; sin embargo, Bolívar no rechazó el reconocimiento y el único homenaje que hizo a doña Juana (ya una viuda y con 5 hijos muertos) fue ascenderla a coronel y otorgarle una pensión que nunca le alcanzó para vivir dignamente.

Este artículo fue publicado por David Garrido Michalczuk originalmente en Guiaturas.com el 30 de marzo de 2012.

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